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Cuando hacer reir a los niños es el mejor premio

Contar un chiste, pintar caritas y hacer figuras con globos, es parte de la rutina de Rafael López. Ante la pujanza de los más jóvenes, en el competitivo mundo de los payasos, el Conde Narigato reinventa su oficio y encuentra nuevos mercados.

López, de 72 años de edad, tiene el pelo blanco como la espuma. Al menos tres días a la semana, visita diferente plazas para ganarse el pan. Sin embargo, reconoce que cada vez es más difícil el negocio, lo que lo empujó a transformar su personaje.

“Hay clientes que me han dejado por otros payasos, porque la juventud es la que impera”, reconoce el humorista. “Hay gente que no reconoce la edad, pero yo creo que la juventud es eterna, se refleja en el buen humor y pensamientos positivos”.

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En 1980, en su natal México, este ocurrente animador cambió su trabajo de obrero por el escenario. A punto de caer en la depresión, por encontrarse desempleado, un amigo lo impulsó a maquillarse la cara, ponerse un traje y unos zapatos enormes.

“Al transformarme en payaso soy otra persona, tienes que ser alegre”, admitió el artista que aprendió a controlar los nervios, dominar al público y memorizar diálogos cómicos, algunos de los principales retos en su oficio.

Sus colegas, asegura López, observaron que tenía la nariz grande, por lo que adoptó el nombre de Conde Narigato, rol que representa en la Plaza Alameda y en algunos ‘swap meets’ del sureste del Condado de L.A., en donde se radicó desde 1995.

En el 2007, sostiene que le sugirieron por primera vez que se vistiera de Santa Claus. En su casa tenía un traje que había comprado en 100 dólares, consiguió las botas y fabricó las polainas, encarnando así al emblema de la Navidad.

“Hice el personaje y pegó”, afirmó, indicando que para vestirse con todos los atuendos y maquillarse le toma entre 30 y 45 minutos, en ese proceso es ayudado por su esposa Olga, quien también representa a Mama Claus.

Al ponerse el traje rojo y la barba blanca, manifiesta que no solo es una oportunidad de trabajo para esta época, por medio del cual realiza concursos, canta, entrega regalos y se toma fotografías con la gente, sino que le sirve para contagiar amor y solidaridad.

“Santa Claus viene a ser la esencia del espíritu navideño”, aseguró el oriundo de Oaxaca. “El dar y compartir es algo que se debe realizar toda la vida, porque es el legado de Jesucristo, algo que se ve en la inocencia de los niños”.

La ventaja de su trabajo, agrega López, es que le permite jugar con la creatividad, la cual a pesar de su edad se mantiene intacta, así como su espíritu jovial. En estos días, podrá representar a Santa Claus, así como a los Reyes Magos y a quien le soliciten.

Sin embargo, lo que no cambia es la interacción con los niños, quienes al final son los que determinan que sus padres lo contraten para una fiesta; de igual manera, si le piden acude a animar eventos de promoción donde comparte su sentido del humor.

“Cuando doy mis tarjetas de presentación, la gente ve una payasita [esposa]. Por eso les digo que no se asusten, al darle vuelta encuentran un gato, porque soy primo hermano del gato con botas y nieto directo de Antonio Banderas”, dijo entre risas.

Más que entretener o divertir a la gente, este artista considera que es él quien gana al subirse a un escenario o amenizar una reunión infantil. “Cuando he tenido depresión, fue gracias a la sonrisa de los niños que he salido adelante”, concluyó.

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